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Estados Unidos y la diplomacia del petróleo

Tras de un par de meses de tensiones políticas y militares entre Rusia y los principales países de occidente, que inició por el desplazamiento de al menos 100.000 militares rusos a la zona de frontera con Ucrania, y la constante amenaza de invasión, el presidente ruso, Vladimir Putin, quien además considera que los acercamientos de Ucrania con organismos como la OTAN y la UE son una amenaza latente para la seguridad rusa, decidió llevar a cabo el 24 de febrero una “intervención militar” con el fin de “desmilitarizar y desnazificar” a su país vecino.

“Que Biden haya mandado una delegación a Venezuela para hablar de petróleo y otros asuntos no significa que ahora reconozca el gobierno de Nicolás Maduro y mucho menos que vaya a restablecer relaciones políticas y económicas”

Isabella Monsalve, analista internacional.

Para los países de occidente, encabezados por Estados Unidos y la UE, esto no es más que una invasión militar que viola un sinfín de tratados internacionales sobre la soberanía de los territorios europeos y los derechos humanos.

Desde entonces los convoyes militares, que incluyen tanques y miles de soldados rusos, han avanzado desde el este y el norte ucraniano tomando el control de varias ciudades principales. La mayoría del país se convirtió en campo de batalla y las imágenes de edificios destruidos se hacen cada vez más comunes.

Según la ONU, más de 2 millones de personas han huido de Ucrania hacia la Unión Europa desde que inició la invasión rusa y, aunque el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, instó a sus ciudadanos a quedarse en el país, las cifras de desplazamiento siguen en aumento.

Quienes permanecen en el país no han tenido más opción que esconderse en estaciones subterráneas del metro o en refugios improvisados para resguardarse de los ataques aéreos. Mientras tanto, milicias urbanas de civiles armados por el gobierno ucraniano tratan de “resistir” formando barricadas en las ciudades y enfrentando a los soldados rusos que avanzan a pie.

A pesar de la indignación generalizada y de la condena unánime que desde occidente se ha levantado hacia la invasión en Ucrania, Estados Unidos y los demás miembros de la OTAN han decidido la mesura y, siendo conscientes del peligro de una escalada en el conflicto hasta niveles impensados, se han abstenido de participar militarmente en él. 

Los gobiernos occidentales han elegido otro camino para diezmar el poderío ruso: las sanciones económicas. Desde que inició la invasión, USA y la UE han aprobado de manera progresiva diversos paquetes de sanciones que buscan ahogar económicamente al gobierno de Putin y sus aliados para así obligarlos a retroceder en sus intenciones militares, sin mucho éxito hasta el momento.

En todo este entramado de sanciones y embargos hay un tema transversal complejo que redirige el margen de maniobra de los países occidentales y los condiciona a ser mesurados en sus decisiones para no terminar afectando sus propias economías: la importación del gas y el petróleo ruso.

Si bien el canciller alemán, Olaf Scholz, decidió cancelar los permisos para el funcionamiento del Nord Stream 2 en su país, ha sido cuestionado por Estados Unidos por su “suavidad” a la hora del apoyo de sanciones relacionadas con el tema.

La Unión Europea depende en un 45% del suministro de gas que viene de Rusia y, solo en el caso de Alemania, uno de los países más ricos del bloque, la dependencia del gas ruso llega a un 50%.

Según datos de Statista, Finlandia (94%), Bulgaria (74%), Eslovaquia (70%), Italia (46%), Polonia (40%) y Francia (24%) son algunos de los países que más dependen del suministro y, conscientes de las consecuencias que puede acarrear, han elegido ir despacio y no han cortado totalmente sus relaciones en este rubro.

En contravía a esto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prohibió totalmente la importación del gas y del petróleo ruso en su país. “El petróleo ruso ya no será aceptado en los puertos estadounidenses y el pueblo estadounidense asestará otro poderoso golpe a Putin», dijo el demócrata.

Mientras tanto, el gobierno británico manifestó su apoyo a la medida y anunció que para finales del 2022 ya habrá eliminado gradualmente la importación de petróleo ruso.

«Esta transición le dará al mercado, las empresas y las cadenas de suministro tiempo más que suficiente para reemplazar las importaciones rusas, que representan el 8% de la demanda de Reino Unido», dijo el secretario de Negocios y Energía británico, Kwasi Kwarteng, quien, a diferencia de Biden, no se aventura a cortar de tajo sus importaciones para no correr los riesgos que, según analistas, está corriendo Estados Unidos.

Foto de: Univisión.com

A pesar de la vehemencia y la seguridad inicial del presidente Biden de lanzar este golpe a una de las principales fuentes de ingreso de la economía rusa, las consecuencias de su decisión apenas están empezando a florecer.

A tan solo días de la entrada en vigor de su medida el precio del petróleo, que venía en aumento desde el inicio de la invasión a Ucrania, se volvió a disparar y el crudo Brent, sistema de referencia para transacciones de petróleo en Estados Unidos, llegó a los US$130 por barril y logró su nivel más alto en los últimos 14 años. Como si fuera poco, el precio medio de la gasolina en EE.UU. llegó a los US$4.17 por galón, el más alto de su historia.

¿Se apresuró Biden? 

Es la pregunta que se hacen cientos de analistas y políticos en el país del norte, sin embargo, la encrucijada en que se encontraba el presidente, quien pretende ser consecuente con su discurso de relaciones 0 con Rusia, lo obligó a tomar una medida que, en el corto plazo, y sin políticas de respaldo, ya está empezando a dar sus primeros coletazos en la economía y el bolsillo del ciudadano de a pie en el país.

En medio de lo que significa este aumento de la gasolina, y sumado a la búsqueda de soluciones para el encarecimiento del petróleo, el gobierno Biden recurrió a una medida que hasta hace una semana habría sido impensada en cualquier lugar del mundo: envió un equipo de alto nivel a Caracas, capital de Venezuela.

Todo con el fin de negociar con el presidente Nicolás Maduro una eventual disminución de sanciones hacia el país caribeño a cambio de la exportación de petróleo venezolano a Estados Unidos y así lograr un alivio.

Para Isabella Monsalve, columnista política y analista internacional, esta medida no significa un hecho fáctico sino una “tanteo de terreno” por parte del presidente Biden para conocer sus opciones.

“Que Biden haya mandado una delegación a Venezuela para hablar de petróleo y otros asuntos no significa que ahora reconozca el gobierno de Nicolás Maduro y mucho menos que vaya a restablecer relaciones políticas y económicas”, dijo la académica.

Rusia es el tercer de productor de petróleo a nivel mundial

Agencia internacional de energía

“Lo que está haciendo el gobierno es mirando sus opciones, detallando qué medidas puede tomar y, sobre todo, ver la reacción de la comunidad internacional ante sus movidas. Sin embargo, no se puede dejar de decir que es una jugada bastante peligrosa y arriesgada”, concluyó.

Sin duda, la decisión de Biden lo pone en una posición complicada. Su discurso frente a Rusia ha estado enmarcado en su lucha a favor de las democracias en todo el mundo y con este lema ha combatido y condenado la invasión rusa en territorio ucraniano.

Que ahora trate de “negociar” con Venezuela es, cuando menos, una contradicción evidente, pues luchar con Putin, a quien considera un “autócrata”, pero a la vez negociar con Maduro, cuyo gobierno ni siquiera reconoce y a quien llamado “dictador”, es dispararse en un pie y ponerse en posiciones incómodas frente a algunos aliados.

¿Todo por el petróleo?

Como era de esperarse, una andanada de críticas internas le cayó al presidente Biden tras su decisión. La bancada republicana del Congreso manifestó su desacuerdo y condenó que Biden le otorgara un mínimo de legitimidad a la “dictadura criminal venezolana” por “unos cuantos barriles de petróleo”.

Sin embargo, esta medida no debe verse solo desde el punto económico, pues el juego político al que se enfrenta Biden, con niveles de aprobación bajos y las elecciones de medio término a la vuelta de la esquina, han sido determinantes para la toma de sus cuestionadas decisiones.

Veámoslo así: al día de hoy, Estados Unidos sigue sumido en cifras históricas de inflación producto de la recesión económica que significó la pandemia.

El presidente Biden ha perdido el apoyo de muchos de sus electores, que, sumados a los republicanos, formarían una masa lo suficientemente grande para quitarle mayorías en el Congreso y llevarse con ellas una gran parte de su gobernabilidad.

En ese punto, sabe que, si su medida frente al petróleo ruso termina influyendo más en la subida de los precios y el costo de vida en Estados Unidos que en un ahogo económico a Rusia, habrá dado un paso en falso que podría costarle caro.

“Biden no le teme a lo que le digan los republicanos, pero sí le teme a que su mala imagen termine permitiendo un temor latente: el disparo de la popularidad de Trump y una eventual victoria en las próximas elecciones, todo esto si el expresidente cumple su promesa de volver a aspirar por la Casa Blanca”, resaltó Isabella.

Lo anterior puede entenderse, también, desde las movidas estadounidenses en Oriente Medio. En medio de las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán, que busca detener su avance armamentístico a cambio de la reducción de las sanciones económicas, el gobierno estadounidense dijo que teme que Rusia influya en el estancamiento de las mismas.

Por eso, instó a su cooperación: “Creemos que podemos” con el acuerdo y su feliz término, “si estas decisiones se toman en lugares como Teherán y Moscú”, dijo Ned Price, portavoz de la diplomacia estadounidense.

Muchas personas coinciden en afirmar que este interés por un avance acelerado de los acuerdos abriría la puerta a que, gracias a la reducción de sanciones con Irán, el gobierno de Estados Unidos pueda acceder a negociar y comprar el petróleo iraní como medida adicional ante el aumento de los precios en su territorio.

“Hacer negocios con Irán sería incluso más arriesgado que con Venezuela, pues la relación USA-Israel podría verse afectada y con ella no solo el desbalance general de negocios multimillonarios en ambos países sino el resultado de años de buenas relaciones y de lazos muy estrechos”, dijo Isabella, quien no descarta que al igual que en Venezuela todo sea parte de un tipo de exploración.

Así las cosas, las movidas de Biden, si bien no han dejado nada concreto hasta ahora, dejarían en evidencia la intención de no afectar su economía mientras sanciona a Rusia en medio del conflicto y demuestra su independencia económica.

Sus movimientos poco ortodoxos podrían tener un costo alto no solo con sus países aliados sino con las personas que han encontrado en el gobierno de Estados Unidos un apoyo para el “restablecimiento” de la democracia a nivel mundial. 

Mientras los europeos procuran la mesura y el cambio progresivo, Biden eligió un camino más directo. Siente que necesita recuperar el terreno que considera que ha perdido en el campo internacional en relación a países como Rusia y China.

Esta especie de guerra económica apenas empieza y seguramente irá más allá de la invasión rusa en Ucrania. Estados Unidos está decidido en ir un paso adelante de sus aliados europeos en temas de sanciones y solo el tiempo dirá si su discurso de “democracia sobre dictaduras” se ve afectado o si, por el contrario, logra salir fortalecido.

Por: Wilson Giraldo.

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